12 de diciembre de 2006

mi mano

Fotografía de Gillianleigh

Me duele la mano de tanto andar. Mis dedos caminan hace horas por las sábanas de tu cama, buscando la espalda sobre la que tantas veces pasearon, camino de tu cuello, blanco, liso y perfectamente imperfecto, en busca de esa cabeza en la que se enredaban y jugaban durante horas, mecidos por tus gemidos a media voz, antes de descender hasta tu pecho, de detenerse a descansar en el balcón de esas joyas que cubrían tu corazón y saciaban el mío. Me duele la mano y el brazo que la sujeta, porque él también se desplaza en tu busca, desde la almohada hasta los pies de esa cama que antaño era pequeña y, ahora, cuenta por kilómetros los pasos que la recorren. Me duele el hombro que los mantiene a ambos, el punto de apoyo desde el que se trazan las caminatas que no llevan a ninguna parte, las excursiones baldías que siempre regresan sin haber divisado un centímetro de tu piel. Me duele el corazón que bombea sangre hasta esos miembros agotados, sabedor a conciencia de que impulsa un flujo estéril, un combustible que no arde si no se calienta contra tu cuerpo.
Ahora, mi mano pasea sin rumbo por la casa, arrastrando al resto del cuerpo en un viaje no programado, en un circuito sin destino que siempre repite parada en el mueble bar, donde, a veces, se apoya junto a tu copa, esperando que esa voz tan familiar le pida, una vez más, dos cubitos de hielo y un masaje cervical.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

wola yis,me ha encantado tu cuento!!me encantaria escribir asi pero me tendre k limitar a pronunciar bn el ingles.


de tu mayor admiradora rammsteiniana.

KND

el fantástico amante de pástico dijo...

pues si.....

Anónimo dijo...

Encontrará tu mano el reposo después del cansado vagabundeo dibujando el perfil de una silueta vacía?