23 de septiembre de 2006

diario de una promesa


Lunes 4 de agosto
No soporto a ese imbécil de Luis. Se cree más guapo que nadie y con derecho a tratarme como si fuera mercancía colgada de los ganchos de un matadero. Ya sé que Lucía tiene las tetas más grandes que yo, cualquiera puede verlo, pero no hace falta que me lo restriegue por la cara delante de toda la pandi, y mucho menos cuando todos saben que estuvo enrollado con ella el año pasado. Es un cerdo. Yo no pienso cumplir la promesa.


Martes 5 de agosto
Ana dice que ya se ha acostado con Julián. Menuda zorra mentirosa. Como se entere su madre no pisa la calle hasta Navidad. Ella precisamente, que tardó más de un año en dejar que Arturo le metiera mano, y claro, Arturo se hartó de hacer el canelo y se lió con Lucía, que esa sí que es un pendón desorejado, sobre todo desde que se le hincharon tanto los melones. Ahora mismo llamo a Luis, que aunque es tonto del culo, siempre se entera de todos los chismes.
De todas formas, lo de la promesa se le ocurrió a Vanessa porque creía que ninguna íbamos a aceptar, pero eso no, a mí no me echa cojones una niñata de papá que se mete relleno en el suje. Si hay que hacerlo, lo hacemos, pero todas. A la que se raje la tiramos por los bloques.


Miércoles 6 de agosto
A mi madre se le ha ido la olla. Ahora resulta que tengo que estar en casa a las doce, cuando toda la peña se puede quedar por lo menos hasta las tres. Incluso hay quien no tiene hora, como la mosquita muerta de Vanessa. Mucho ponerse cuello alto y acompañar a su madre a misa los domingos, pero dice Ana que la vio la otra noche en la playa bañándose en bolas con el cabrón de Luis. Esa todavía me la tiene que pagar la puta de ella.
Mañana vamos al Factory a por algo mono para la fiesta. Seguro que estos idiotas se presentan en casa de Ana en bañador y chanclas, con lo maqueadísimas que vamos a ir nosotras. Yo no sé las demás, pero como Luis aparezca hecho un guiñapo no pienso tocarle ni un pelo, que aprenda a comportarse, joder, que ya tiene casi diecisiete.
No es que me dé miedo, ni mucho menos, pero tengo que hablar con la hermana de Vanessa para que me cuente bien cómo tengo que manejar el asunto, porque Luis, además de tonto, es más bruto que un arado, y no me fío un pelo de lo que me pueda hacer.
Dice Lucía que ella se va a poner lubricante y que se va a beber antes una botella entera de tequila. Menuda imbécil. Yo quiero enterarme bien de lo que pase; me daría mucha rabia levantarme al día siguiente con resacón y sin acordarme de nada.


Jueves 7 de agosto
Lo que faltaba. Ahora resulta que papá ha decidido traer a esa especie de novia que tiene y yo tengo que dejarles mi cuarto y dormir con la enana, que no me deja tranquila y ronca como un viejo. La amiga de papá es una de esas barbies sin cerebro y con tetas de silicona que vuelven locos a los viejos verdes como él.
Y encima mamá se quitará de en medio y me tocará soltarle a papá el mismo rollo. “Verás papi, me quedo en casa de Vanessa porque es muy peligroso volver de noche…”
Vaya paliza me está dando Ana con eso de que si tenemos que probarlo de alguna manera; que si la sangre, que si jurarlo sobre una tumba, que si llevar a los chicos a la máquina de la verdad… Dice Lucía que para eso es mejor que lo hagamos todos a la vez en la misma habitación. ¡Menudo zorrón con patas! Como no pudo tirarse a Luis en su momento quiere ponerle las tetas delante para que se vuelva loco y se vaya con ella. Está lista esa golfa si cree que me lo va a quitar. Es tonto, pero es mío.


Viernes 8 de agosto
Toda la noche lloviendo y yo sin poder pegar ojo. Al principio creía que era porque me asustaba la tormenta, que aquí en la costa sopla que no veas, pero creo que no duermo pensando en lo que va a pasar. No sé si me va a gustar o me va a horrorizar. Dice la hermana de Vanessa que lo mejor es relajarse mucho y pensar en cosas bonitas, pero yo sólo pienso en esa tranca tan gorda que tiene Luis, que ya se la toqué una vez y me pareció demasiado grande para metérmela ahí.
Al final me he comprado un top de Zara y una falda cortísima. Voy a decirle a las chicas que aleccionen a esos macarras y que les obliguen a vestirse con gracia, que si no van a parecer los limpiapiscinas.
Sólo falta un día para el gran acontecimiento. Si las demás quisieran, podríamos dejarlo estar, pero no voy a ser yo la mojigata que tire de la manta. Mejor me callo a ver qué pasa. Estoy un poco asustada.


Sábado 9 de agosto
Por lo menos ha amanecido un día precioso. Hemos pasado toda la mañana en la playa y ninguna de estas locas ha dicho una palabra sobre el tema. Bueno, Ana sí que ha hablado, pero para decir que ella ya lo ha hecho y que esta noche se va a emborrachar y a pasar de todo. ¡Encima de mentirosa nos quiere tomar por tontas! Si ella se raja yo paso, a ver si al final la más zorra voy a ser yo. Lucía dice que es mentira, que Ana es una estrecha y que se quiere quitar el marrón de encima. Ella tampoco está muy segura de lo que quiere, por mucho que lleve siempre la voz cantante.
Yo no voy a decir nada, pero me da en la nariz que estas tontas no tienen ni idea de lo que están hablando, ni de la que se les viene encima…

Domingo 10 de agosto
Vaya mierda de fiesta. Los tíos estaban tan nerviosos que se pasaron toda la noche bebiendo y diciendo gilipolleces; son unos putos niñatos y no se merecen que les hagamos ni caso. Ni siquiera Luis fue capaz de estar la altura, y mira que iba guapo el muy cabrón.
Al final ninguna ha cumplido esa estúpida promesa. Seguimos tan vírgenes como ayer, pero al menos ya sabemos qué es lo que no queremos.
Esta tarde vamos las cuatro al cine…
… y seguimos siendo tan amigas.

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