imposible
Habían quedado en la playa al atardecer, habitantes de extremos lejanos que buscan, desean, un encuentro difícil de asimilar, imposible. Incompatibilidad manifiesta; él, su melena trenzada, su tabla, su sueño de sexo escamado, imposible; ella, sirena varada en el agua, encaprichada de mortal, incapaz de alcanzar un amor envuelto en piel, imposible. La playa, terreno neutral, testigo y cómplice, les esperaba impaciente antes de despedir el día. Llegaron, se vieron, se unieron y jugaron en la orilla, se solaparon, fundieron sus cuerpos respirando por turnos. Casi una eternidad jugando entre el placer y el final. Hasta el final. Aunque parezca imposible.
4 comentarios:
¿Será cierto que no hay, para el amor, nada imposible?
Las sirenas persiguen imposibles sólo para preguntarse, una vez que los han alcanzado: ¿y ahora qué? Luego regresan al fondo del mar con ese regusto amargo que dejan los deseos cumplidos, con la pena de saberse seres irremediablemente desdichados.
Besos orgiásticos.
En el fondo, (sobre todo del mar) todos tenemos algo de sirenas, ¿no?
Hay quienes no llegan a conocer la magia de lo imposible porque no se atreven a jugar a ser sirenas.
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